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En el Día Mundial de Población, la Educación Integral en Sexualidad se evidencia como un derecho impostergable

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El objetivo de la ONU al declarar “días internacionales” es  promover la información sobre ciertas temáticas de interés mundial; es decir, favorecer que la población tome conciencia de la existencia de un problema.

En el caso del Día Mundial de la Población, que se conmemora cada 11 de julio desde 1990, la problemática que se pone sobre el mantel es el incremento de la población mundial, especialmente en las áreas del globo más empobrecidas, con el objetivo de promover el derecho humano a la planificación familiar. Se propone que, sin discriminación, los seres humanos puedan decidir sobre su vida reproductiva.

Lo anterior se traduce en la libertad de tomar decisiones respecto a cuándo y cuántos hijos se desean tener. Para garantizar esto, los estados deben asegurarse de que los hombres y mujeres puedan acceder a métodos anticonceptivos de calidad y que, al mismo tiempo, puedan obtener información segura y confiable para elegir responsablemente el que más les convenga.

Sin embargo en nuestro  país,  durante los  primeros  5  meses  del  presente año,  641  niñas  de entre 10  y  14  años  dieron  a luz y,  si  extendemos  un poco  el  rango de  edad hasta  los  19  años,  veremos  que  24,550 niñas y  adolescentes se han convertido  en  madres, en  la  mayoría  de los casos,  sin  desearlo.  Esto representa  un incremento  del  12 % en relación  con lo reportado apenas el año anterior.

Guatemala es un país de pensamiento adultocentrista que  poco o nada incluye a  niños, niñas y adolescentes en la toma de decisiones y poco hace para garantizar su  protección.  Como producto de ello y de la pobreza multidimensional,  los  niños  y  especialmente  las  niñas son vulnerables y sus  derechos  más  elementales son irrespetados,  como  contar con una educación integral en sexualidad –EIS- que les  permita  prevenir e identificar el abuso sexual en sus primeras fases y cuya ausencia tampoco permite que las y los adolescentes puedan contar con herramientas para trazar un plan de vida con la  información necesaria para llevarlo a feliz término.

La  educación integral en sexualidad garantiza que los chicos y las chicas, no sólo conozcan su cuerpo y los métodos anticonceptivos como conceptos asociados a la salud sexual sino que, además, puedan considerar su desarrollo de una manera holística, permitiéndoles ejercer una ciudadanía que cuestione las imposiciones y los estereotipos sociales y, sobre todo, les permita conocer su mundo interno, sus sentimientos y emociones de tal forma que, al vincularlo con el conocimiento fisiológico de su cuerpo, puedan decidir si quieren tener una vida sexual activa y, de ser así, que puedan ejercerla de una manera digna, consciente y libre.

A pesar de lo dicho y de que en Guatemala casi la mitad de los niños menores de 5 años padecen algún tipo de desnutrición, el Congreso de la República deja avanzar cada cierto tiempo iniciativas de ley que limitan o coartan el derecho a la educación integral en sexualidad; el Ministerio de Educación no invierte lo suficiente en  promoverla en las aulas ni cuenta con mecanismos que permitan fiscalizar el cumplimiento de acuerdos como “Prevenir con Educación” o el Plan Nacional de Prevención de Embarazos en Adolescentes, PLANEA.

Por otro lado, el Ministerio de Salud no cuenta con la cobertura suficiente en lo que se refiere a salud sexual y reproductiva y, en los espacios donde la hay, no existe acceso ni disponibilidad de métodos anticonceptivos. Pero aunque hubiese dicha disponibilidad y acceso, poco puede contribuir al ejercicio de los derechos y al control de la natalidad sin EIS, pues no hay información clara, científica y actualizada al respecto.

Esto sucede mientras las autoridades gastan dos mil doscientos millones de quetzales en vehículos de uso militar y asignan a instituciones inoperantes e inservibles, como el ejército, olvidando que la niñez y la adolescencia representan aproximadamente el 50 % de la población y que el 69 % de la población vive en condiciones de pobreza multidimensional.

Para tomar la mejor decisión, para cambiar el país, hay que garantizar que a todos los niños, niñas y adolescentes se les cumplan todos sus derechos y en especial, uno de los más olvidados, el acceso a una educación integral en sexualidad.

En la actual coyuntura y con la próxima elección de autoridades, cabe recordar la frase de Karl Menninger que dice: «Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad».

 

Claudia Patricia Martínez Ruiz
Coordinadora Proyecto
Redes Juveniles libres y responsables en el manejo de su sexualidad