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Derecho a una educación virtual de calidad en tiempos de coronavirus

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Desde marzo del año pasado, las actividades escolares presenciales quedaron suspendidas en Guatemala, a fin de evitar la propagación del virus COVID-19 y tratar de mitigar un posible contagio masivo entre los y las estudiantes. “Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), a  mediados  de  mayo  de  2020 más  de  1 200  millones  de  estudiantes  de  todos los niveles de enseñanza, en todo el mundo, habían dejado de tener clases  presenciales  en  la  escuela.  De  ellos,  más  de  160  millones  eran  estudiantes de América Latina y el Caribe.”[1]

Comienza ahora un nuevo ciclo escolar, que se presenta lleno de incertidumbres en relación con  los resultados que se obtuvieron con la implementación de una educación virtual durante el ciclo escolar 2020, que resultó ser la opción más pertinente en estos tiempos de pandemia, y cuya finalidad última era continuar con el proceso de producir un aprendizaje significativo y de calidad para los estudiantes de todos los niveles educativos.

PAMI considera que es relevante comenzar este nuevo ciclo escolar con una reflexión que aporte aprendizaje sobre la experiencia de hacer educación virtual de calidad en tiempo de coronavirus.  Por eso, aunque parezca demasiado pronto para evaluar resultados generales, se puede, en principio, realizar una aproximación valorando algunas opiniones y experiencias de quienes tuvieron a su cargo efectuar esta tarea educativa a distancia: las y los maestros del país. Desde el punto de vista metodológico, el sector educativo requería acceso tecnológico, y un alto porcentaje de docentes y estudiantes no disponían de los medios necesarios para su acceso[2], ya que la mayoría de la población, especialmente rural, carece de recursos como teléfonos inteligentes, tabletas, o computadoras.  Es indiscutible, pues, que el sistema no estaba preparado para enfrentar esta situación.

En este boletín pretendemos reflexionar sobre cómo uno de los principales actores de la educación en tiempos de pandemia, luchó por alcanzar la calidad educativa mínima que merecen los y las estudiantes de Guatemala.  Por ello, PAMI hizo un sondeo vía Google Forms con 49 maestros/as (21 % de establecimiento privados y 79 % de establecimientos públicos), sobre su experiencia en la aplicación de la metodología virtual. Leamos, pues, sus opiniones:

Los maestros y maestras consultadas opinan que una educación virtual de calidad  es aquella que se centra en el aprendizaje significativo de los y las alumnas; se orienta hacia el mejoramiento del proceso educativo de doble vía; brinda herramientas de autoaprendizaje; permite la interacción entre maestros y estudiantes; estimula las capacidades del alumno/a y contribuye a su desarrollo integral; es la que hace énfasis en lo pedagógico más que en lo tecnológico y asegura equidad y pertinencia respondiendo con metodologías que se adapten a las necesidades de la comunidad educativa; y, finalmente, fortalece el involucramiento de los padres y madres.  La mayoría respondió que para poder hacer educación virtual con calidad, además de lo anteriormente expresado, es imprescindible que tanto maestros/as como estudiantes tengan acceso a medios (teléfonos, tabletas, computadora, televisión), electricidad e internet.

Las y los consultados valoran que la experiencia educativa virtual durante el 2020 fue deficiente, porque no estaban preparados para esta modalidad educativa; los y las estudiantes, a pesar de que conocen de redes sociales, no manejaban plataformas con fines educativos y, en el mejor de los casos, solo tenían acceso a un teléfono y al WhatsApp, desde donde resolvieron sus tareas educativas. Algunos maestros refieren que adaptaron metodologías presenciales que hacían énfasis en el aprendizaje y no en el contenido implementando, por ejemplo en la preprimaria, en los procesos de preescritura y lectoescritura.  Jugó en contra de los docentes que en los establecimientos privados, desprovistos de tecnología, trabajaran extenuantes jornadas, que impactaron su salud física y mental.  Una maestra considera que la experiencia fue deficiente y valora que los y las estudiantes no alcanzaron un aprendizaje mayor al 50 % de lo planificado.

A la pregunta sobre lo aprendido en el 2020, los y las consultadas refieren que conocieron nuevas plataformas (Zoom, Meets, WhatsApp), así como a planificar virtualmente las clases, lo mismo que a reorganizar y evaluar los contenidos bajo esta modalidad; también fue una oportunidad para aprender y poner en práctica la investigación y hacer énfasis en la expresión oral de los y las estudiantes; actualizar estrategias para un trabajo individualizado que podía ser acompañado por los padres y madres de familia en casa; relevante fue que el docente tuviera una amplia comprensión de los contextos donde estaba trabajando y escuchar las propuestas de autoaprendizaje y autogestión de sus estudiantes; también a fortalecer la expresión comunicativa y autonomía en el uso de la tecnología. Importante fue también el rol de los docentes en hacer prioritaria las necesidades emocionales de sus alumnos, impactando significativamente  en su salud mental.  Finalmente, fue un ejercicio de creatividad de ambas partes. En el sector público, los y las maestras realizaron su trabajo a distancia sin mayor planificación ni orientación definida por parte del Ministerio de Educación.

Refieren los y las maestras que los establecimientos educativos privados, en el mejor de los casos, les proveyeron de una computadora con webcam, talleres de aprendizaje y enseñanza a distancia, facilitación de su participación en Webinars y uso de libros virtuales.  En lo público, refieren haber recibido únicamente guías curriculares de aprendizaje por parte del MINEDUC.

Finalmente, se sondeó su percepción sobre las reacciones de sus alumnos y alumnas.  La respuesta generalizada fue que estos tuvieron dificultades para adaptarse a las metodologías virtuales, entre otras razones, porque para la mayoría de las familias representó un incremento de gastos por impresiones y compra de tiempo de internet.  Las y los chicos, consideran la educación a distancia recibida no motivadora, no real, no grata, apática y con muchas barreras.  Influyó la falta de apoyo de los padres y madres por su escaso nivel educativo, por el tiempo que debían dedicar al apoyo de sus hijos e hijas con los trabajos escolares y por el costo que implicó. En pocos casos, los y las maestras percibieron que sus estudiantes tuvieron una apertura a esta modalidad, pero para la mayoría representó cansancio y aburrimiento por la falta de relación con sus compañeros/as de estudio.  Consideran que la cuarentena también les afectó porque redujo la actividad física y los espacios de socialización de los chicos y chicas.  Los y las maestras perciben que sus alumnos vieron esta modalidad como una expresión de la desigualdad del país, en tanto que no todos tuvieron las mismas oportunidades de acceder a la educación virtual, con calidad.

En tanto que este año planteará los mismos desafíos y retos, PAMI hace una invitación al sector educativo, a seguir reflexionando sobre el derecho a la educación, ya que la situación del país no ha variado sustancialmente en esta materia, y que se debe tratar de implementar formas más creativas para aliviar y dar mejores respuestas que eviten la deserción escolar.  El empobrecimiento de las familias ha provocado incrementos sustanciales en los niveles de desnutrición, violencias y migración, lo que repercuten negativamente en las posibilidades de ofrecer una verdadera y sana oportunidad para que la niñez, la adolescencia y la juventud de nuestro país pueda avanzar conforme los tiempos lo reclaman, lo que únicamente se podrá lograr si el sistema educativo les responde como se merecen.

[1] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374075?locale=es

[2] Según el Censo de Población 2018, 48.7 % de los hogares rurales no cuenta con televisor y el 96.5 % no cuenta con servicio de internet.